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De Este a Oeste en caravana: maravilla de la naturaleza

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Retomando el viaje donde lo habíamos dejado, nos hemos levantado muy temprano en Albuquerque para ponernos en marcha hacia el pueblo de Flagstaff, que nos habían recomendado tanto la guía que llevamos como un par de taxistas los días anteriores. He dicho temprano, pero más temprano amanece por aquí. A las cinco y veinte de la mañana ya estaba saliendo el sol por detrás de las colinas de Nuevo México.

Conforme avanzábamos dejando atrás Nuevo México y adentrándonos en Arizona, el paisaje seguía cambiando de agreste a completamente desértico, con piedra rojiza y blanquecina. Además, hemos visto por el camino en carretera varias antiguas reservas de indios que ahora se usan como reclamo para los negocios de fabricación artesanal y venta de souvenirs.

Tras llegar a Flagstaff, donde el paisaje ha cambiado repentinamente a uno lleno de árboles y mucho más montañoso, hemos intentado establecer nuestra base de operaciones buscando un hotel o motel de carretera donde quedarnos a dormir, dejar las maletas y salir hacia el pueblo. Hoy ha sido el único día que nos ha costado un poco encontrar motel y lo hemos achacado al hecho de que había puente del 4 de julio y el Gran Cañón quizá era un destino atractivo para muchas familias.

El caso es que las habitaciones hoy, siendo las peores en las que hemos dormido desde que viajamos por Estados Unidos, han costado casi el doble que la siguiente más cara. Las cosas de la oferta y la demanda, que dirían por ahí.

Tras reservar nuestras habitaciones hemos llamado a un taxi y nos hemos ido a dar una vuelta por Flagstaff. Lo primero que nos ha llamado la atención ha sido el potentísimo olor a alcohol que desprendía todo el taxi y, por supuesto, el taxista, cuyo aliento me he tenido que tragar durante toda la travesía. Qué simpáticos mis compañeros de viaje.

De todas formas, lo más curioso no era que oliera a whisky barato, sino que tenía un acento casi indescifrable y no podía parar de hablar. Nos ha comentado que el motivo por el que Flagstaff estaba lleno es porque había una ola de calor en Phoenix y la gente había decidido venirse a pasar el fin de semana a Flagstaff, pasar unas horas en el pueblo y subir al Gran Cañón a acampar, donde desde luego se duerme mucho más a la fresca.

Una vez en el pueblo, el amigo conductor nos ha recomendado también un sitio donde comer, "Charlie's", que ha resultado ser, como todo Flagstaff, de lo más pintoresco. Se trataba de una especie de hotel con salón a la entrada y un sitio para comer en una habitación anexa. Me ha recordado mucho a los típicos "saloon" de las películas del viejo oeste.

Después de comer y cebarnos como auténticos cerdos -y van demasiadas veces ya- hemos dado una vuelta por la ciudad, a ver si encontrábamos algo interesante que comprar para llevarnos de recuerdo de un pueblo así. Nos han hecho mucha gracia las camisetas que se han montado aprovechando el nombre del pueblo.

Pero lo que más gracia nos ha hecho es el cartel que había a la entrada del establecimiento advirtiendo a la gente de que no se podía robar allí. Sencillamente genial.

Una vez hechas las compras, hemos vuelto al centro de operaciones y nos hemos subido a la caravana para acometer las casi dos horas de viaje que había hasta el Gran Cañón. Nos ha llovido bastante por el camino, algo que no esperábamos de ninguna manera, pero un par de rezos al de arriba han sido suficientes para que parase de llover una vez nos hemos bajado de la caravana. Esto ha provocado que podamos disfrutar de la primera vista espectacular sin ni siquiera asomarnos al cañón: un arco iris.

No quiero ponerme sentimentaloide ni filosófico, simplemente diré que el Gran Cañón es una de las cosas que hay que ver una vez en la vida y que te bajan de las nubes. Es una prueba más de la inmensidad de la naturaleza frente a lo ínfimo del ser humano. A varios de nosotros nos ha inundado una ligera presión en el pecho mientras recorríamos en paralelo al río Colorado observando tan impresionante paraje.

Como habeís visto en el vídeo, incluso se podía ver llover a kilómetros de distancia, al otro lado del cañón, todo ello aderezado por constantes rayos y truenos al otro lado, que convertían todo en más impresionante áun. Incluso nos hemos cruzado un cervatillo en libertad caminando por el parque. Sin duda, un sitio al que, al menos yo, tengo que volver obligatoriamente.

El plan para mañana es salir temprano, como cada día, para completar nuestro viaje y llegar a Las Vegas. Allí nos instalaremos en la casa que tenemos alquilada estos días y comenzará la cuenta atrás hacia el Main Event. Parece que fue ayer cuando salí con la maleta de casa camino a Alicante y ya han pasado casi quince días.

Yo me marcho a dormir, pero os dejo con otro episodio de nuestras tomas falsas. Hay de todo: idas de olla, bromas, troleos. Disfrutadlo. ¡Hasta mañana!


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